domingo, 31 de diciembre de 2017

Egea, la poesía y el porvenir


 Con este soneto escrito en alejandrinos, el insigne poeta granadino Javier Egea nos legó un monumento a la poesía. Y hoy, 31 de diciembre  de 2017, no se me ocurre mejor manera de despedir el año que se nos va y dar la bienvenida al que llegará en unas horas que con este poema de Egea.

                               Poética
                                        A Aurora de Albornoz

                                  …Mas se fue desnudando.
                                                    Y yo le sonreía.
                                 JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

Vino primera frívola –yo niño con ojeras–
y nos puso en los dedos un sueño de esperanza
o alguna perversión: sus velos y su danza
le ceñían las sílabas, los ritmos, las caderas.

Mas quisimos su cuerpo sobre las escombreras
porque también manchase su ropa en la tardanza
de luz y libertad: esa tierna venganza
de llevarla por calles y lunas prisioneras.

Luego nos visitaba con extraños abrigos,
mas se fue desnudando, y yo le sonreía
con la sonrisa nueva de la complicidad.

Porque a pesar de todo nos hicimos amigos
y me mantengo firme gracias a ti, poesía,
pequeño pueblo en armas contra la soledad.


La poesía puede llegar sin avisar y colocar en nuestras manos sus frivolidades, esperanzas y perversiones. La poesía puede exhibir ante nosotros su cuerpo cuando aún somos niños, niños con ojeras, y se nos puede presentar ataviada con los más extraños ropajes, danzando con las caderas ceñidas por sílabas y ritmos. Pero la poesía, en algún momento, sabrá que hemos madurado, que nos hemos manchado junto a ella de luz y libertad, y entonces comenzará a despojarse de sus ropajes ante nosotros. Y nosotros sonreiremos ante ese striptease poético, mientras disfrutamos de la lluvia de sus telas, abrigos que caerán lentamente como caen las hojas de los árboles otoñales. Porque la poesía, aunque habitemos en la mayor de las ciudades, sabrá transportarnos hasta un pequeño pueblo. Pequeño y modesto, sí, pero rebelde y guerrillero. Un pueblo permanentemente levantado en armas contra uno de los mayores males que nos acechan: la soledad. Porque frecuentemente encontramos más soledad en las grandes ciudades que en las más pequeñas aldeas.

Por eso, de la mano de Javier Egea, mi deseo para este próximo año que va a comenzar y para todos los días que nos queden por delante es  el siguiente:

Que la poesía no cese. Que su desnudez nos caliente siempre. Que empuñemos las armas cada segundo y luchemos de su mano, en la plaza mayor del pequeño pueblo que la poesía es, contra la soledad. Que junto a la poesía tengamos compañía y futuro.

¡Salud, poesía y porvenir!

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